domingo, 5 de octubre de 2008

Como lo dicta Borges

Tengo los pies heladisimos y un monton de lecturas que hacer para mañana (me robe una ñ y estoy muy feliz), voy a abrazarme fuerte de tu recuerdo para dormir calientita. Me levantare muy temprano para trabajar, hoy te ves perfecto, mejor cierro los ojos y te disfruto un poco mas. El conocerte me aseguro un lugar en la historia, por eso soy feliz. Contigo siempre me siento segura, por eso te beso con estos labios partidos de frio. Supongo que eso pasa siempre entre las personas que se quieren de verdad, a pesar de la distancia, de las canciones que no cantaron juntos, del tiempo que siempre se fuga. Es cierto, no tenemos nada asegurado, no sé si volveremos a vernos en diciembre, pero si solo me quedara tu silueta bailando por todo el departamento y tu sonrisa en la bolsa de mi abrigo -presa entre mis dedos, como un pedazo de carbon ardiendo para que no muera congelada porque aqui el invierno dura cinco meses-, con eso, solo con eso, tendria la fuerza suficiente para enfrentarme a esta nueva vida, sin tangos, sin Cortazar, sin ti, sin cerveza, sin guitarra, sin vino tinto. Esta nueva vida con los pasos de los Beatles por King Street, con luz por todo Downtown, con pisos de cristal a alturas impresionantes, con tus inalcanzables brazos lejos, en algun lugar del mundo, siempre abiertos por si necesito sentirme a salvo, como ayer, como siempre, para siempre...con tu voz a kilometros de distancia para no tener miedo, como lo dicta Borges en su epitafio, como me has enseñado tu. Con esta nueva vida, cada dia menos nueva y (espero) cada vez mas vida.

martes, 23 de septiembre de 2008

Breve mensaje para angustia

Cuando te instalaste? Tomaste el avion, pasaste migracion asi nomas y te metiste a mi departamento sin que me diera cuenta? No, no venias incluida, traia esperanzas, mucha tristeza (y mira que se ha portado bien, es muy educada y no vive conmigo, solo pasa de visita), incertidumbre, ganas de trabajar... pero no, No, NO, NOO, angustia, tu no estabas invitada. Eres lo que menos necesito, ademas de impertinente (no me dejaste dormir anoche), me hiciste llorar toda la tarde y como te encanta vivir en mi estomago me quitas el hambre y me la cambias por dolor. Mira que llevo casi un mes viviendo en el huracan -que no termina de llevarme a la tierra de Oz- y nunca me habia dicho, por la manana: "Asi que estoy en Toronto, no estoy sonando? caray que mal me siento!" Mejor te vas, ra-pi-di-to, debo estar aqui mucho tiempo, el doctorado es largo y no te necesito. Menos cuando empiece el invierno. Disculpa que sea tan grosera pero solo asi entiendes.
No te dejo ni saludos ni abrazos, ahora estoy maldiciendo porque con estos teclados canadienses no se puede extranar, ni anorar, ni sonar, ni ser nino, ni ser bala de canon, ni empanar los vidrios de pasion, ni ponerle canas a las pinatas...que lata.
ps. No te acabes el yogurht de la cocina, que eso voy a cenar.
ps. 2. Si puedes llevate a tristeza de paseo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sonrei, varias veces

El frio ya empieza a sentirse y esto se pondra peor aun (o mejor, todo es cuestion de perspectivas...caray, hoy ando positiva). Aunque yo ando con un suetercillo de cuello de tortuga, las chicas de la universidad se empenan en aprovechar los ultimos rayos que el sol pueda darles y andan como si nada metidas en unos diminutos shorts en los que yo no podria andar por razones esteticas, pero sobre todo, de sobrevivencia, francamente con el viento que sopla aqui no podria ni doblar las rodillas. Pero estos canadienses si que saben como sacarle partido a la calidez. Hoy sonrei y me sorprendi varias veces, fue un buen dia, quiza el mejor que he tenido desde que llegue. Fui a una tienda de computacion a preguntar por un reembolso y los tres dependientes me dijeron que no me preocupara, que ellos lo resolverian...y en cinco minutos tenian una respuesta...increible, me trataron mejor que la chica que me atendio en la linea de Banamex y eso que somos compatriotas. Contenta porque el dinero volvera a la tarjeta en dos dias habiles, fui a la tienda a comprar algunas cosas, alli encontre a una profesora del posgrado (con la que no tomo clases y a la que solo habia visto una vez) que tuvo la gentileza de preguntarme como iban mis cursos, mi adaptacion al pais y si ya habia conocido a alguien. Se alegro cuando le dije que todo iba mejorando. Media hora despues me encontre con una chica griegocanadiense a la que conoci en Mexico, pero solo la vi tres veces. Me regalo sueteres, un edredon, chocolate y un termo (insisto, aqui la calidez es un asunto nacional) me dio mil consejos y me invito a conocer la ciudad con ella el fin de semana. Ademas me dijo que conforme pasaran los dias me sentiria mejor...me vine con esa certeza a casa y justo cuando iba a empezar a leer para la clase del viernes, vino mi encantadora vecina coreana a dejarme dos rebanadas del pay de manzana y zarzamora que preparo hoy. Ademas recibi dos abrazos...que bien...tengo la sensacion de que fue un gran dia, de hecho tengo la certeza de que lo fue, que fortuna.

sábado, 13 de septiembre de 2008

De repente no puedo respirar...

Por fin estoy en linea. He descubierto que no tener acceso a internet me resulta tan desesperante como el insomnio. Han sido meses relampago...yo mas bien diria que han sido meses huracan. Me han pasado muchas cosas, la mas importante, por supuesto, cambiarme de casa, de ciudad, de idioma, de soledad. Es sabado por la tarde y estoy en la biblioteca, preguntandome (como todos los dias) si esta fue en realidad una buena decision. Extraño todo, pero sobre todo los acentos en el teclado y la ñ de España (ahora puedo escribirla porque la copie de algun lado, pero este teclado no la posee). No he conocido Toronto, solo he estado en la universidad y en mi departamento (que esta dentro de la universidad). Me acuerdo de todos y de todo con una desesperacion que duele, de repente me falta el aire. Todos dicen que ya ira pasando, que estare bien. Estoy segura de eso, lo que no se es cuando, cuando me sentire como en casa? cuando entendere el idioma completamente? Cuando volvere a respirar igual?

viernes, 25 de julio de 2008

Una desesperante historia inconclusa

La red fue más eficiente que un detective privado. Unos cuantos movimientos de los dedos y su nombre completo apareció en la pantalla. Mejor aún, se desplegó la compañía para la que trabajaba y su número telefónico. Seis años sin verlo…que estupidez…que estupidez estar lejos, sola, hundida de monotonía, de hartazgo, de nostalgia. La última vez ni siquiera lo vio, sólo escuchó su sonrisa a través de su voz y su voz a través del celular: vente conmigo, le dijo, vámonos de viaje, anda no hagas la maleta, yo te compro ropa, si no nos vamos juntos ahora no lo haremos nunca. Y no lo hicieron nunca. La suya era una desesperante historia inconclusa porque ambos fueron increíblemente torpes y la valentía les llegó en diferentes tiempos y en diferentes intensidades.
Hace trece años, cuando ambos tenían 19, se conocieron en la escuela superior y no se separaban ni un instante. En cuatro célebres ocasiones sus labios estuvieron muy cerca, pero simplemente se acariciaron la punta de la nariz. Cada uno por su lado se arrepintió de no haber abrazado más fuerte, quizá sus vidas serían diferentes si la enorme atracción que sentían en lugar de aterrarlos hubiera logrado aferrarlos, pero no sabían qué hacer con tanto. Y no hicieron nada. Cuando tres semestres después ella se cambió de carrera a una universidad mucho más lejana, ninguno de los dos se despidió. Par de cobardes.
Ahora ella tenía los datos que necesitaba para poder escucharlo de nuevo, pero no sabía qué decirle. Mientras tomaba y dejaba el auricular del teléfono no paraba de pensar en el día en que él se convirtió en valiente, la encontró después de casi cinco años, la invitó a salir, la besó con el tiempo detenido en la boca, le tocó las piernas con curiosidad y desesperación eternas, y le dijo que, aunque no había dejado de pensar en ella ni un instante, por una de esas torpezas de las que sólo ellos eran capaces se había casado. Pensé que nunca te encontraría, sigue besándome por favor, suplicó el valiente adúltero, pero a ella le pesaban los labios de prejuicios morales y, por una de esas torpezas de las que sólo ellos eran capaces, no pudo seguir con el breve encuentro ni aceptó la invitación al viaje que él le hizo unos días después. La duda de lo que hubiera pasado si se hubieran fugado juntos esa tarde la había perseguido seis años más.
Es ahora o nunca, pensó ella, tengo casi 33 y le di la vuelta a mi alma gemela, varias veces. Por lo menos ahora merecemos que ponga mi espalda una vez más, puede acariciarla o apuñalarla, debemos cerrar esto. Al cuarto tono del teléfono una voz al otro lado de la línea la comunicó con él: Hola, licenciado, que raro decirte licenciado, soy yo ¿me recuerdas? No puedo creerlo, que sorpresa, contestó él, claro que te recuerdo, nunca he dejado de hacerlo…

domingo, 29 de junio de 2008

Reflexiones inconexas

Se pasó la noche, hace frío. La punzada en la sien izquierda me recuerda la aplazada visita al doctor. Me duelen los hombros como si aún estuviera cargando tu sonrisa. Debo vender el coche. Creo que me he vuelto prescindible. ¿Dónde dejé las palabras? Mañana es domingo, no quiero que se acabe. Ya perdí la cuenta de las madrugadas, paso las tardes durmiendo. Esa lágrima salió sin razón alguna. Creo que la canción ya sonó diez veces. Quiero que me abracen. Una cerveza o dos o tres, eso me hubiera gustado. Cortarme el pelo pronto. Llevar el cheque al banco. Qué mensaje tan extraño, no supe quien era. Quiero vestirme como en los sesenta y bailar canciones de los Beatles toda la noche. Ah bien, la computadora le pone la mayúscula a Beatles en automático, debe ser fan. Tengo la sensación de que me mintieron. El hombro izquierdo es el que me duele más ¿será la postura? No sé estar en silencio. Este fue un buen recuerdo. Total que no encuentro como poner la lista de blogs que leo, no creo que sea tan difícil pero no puedo. Me encantaría hacer una fiesta y escuchar sus voces y sus sonrisas y conocer sus ojos ¿a qué velocidad parpadean? Hablando de ojos, creo que necesito otra graduación en los lentes y hablando de graduaciones la mía no estará lista si no termino la tesis. Me duele el estómago, es pura angustia. No confirmamos la cita, supongo que la demoraremos como siempre. Ni una palabra, el capítulo no avanzó ni una palabra. Son las 4.49 a.m., tengo hambre y me comí la botana en la tarde, sólo tengo cereal y leche. Este fue un mal recuerdo. Guardo rencor, colecciono rencor, pudro rencor, reciclo rencor, lo pondré en una caja y cuando pase el camión de la basura la aviento muy al fondo. Me hace falta una blusa azul y una sonrisa más constante. Es preciso que salga de casa para visitar a mis amigos, quiero hablarles, me hacen feliz ¿ya no te quiero? Olvidé las reglas de puntuación, tengo dudas gramaticales. Seguro ella me hablará mañana. Descansaré unas tres horas y luego a trabajar. He pensado mucho en mis tíos. La comida estaba rica. No, no voy a pagar la luz esta semana ni la próxima, me haré tiempo después. Hay mucho polvo. Me cuesta trabajo pensar en este momento. A mi me parece evidente porqué está solo. Fueron mis últimos pagos. Ver el mar, necesito ver el mar. Debo hacerlo. Debo hacerlo. Debo hacerlo. No creo que me de tiempo. Voy por agua, tengo sed. Tengo sueño. Estoy cansada de ti, me desgastas las yemas de los dedos. Ya no te quiero.

miércoles, 11 de junio de 2008

¿Qué nos pasó?

Se me perdieron los años en tu piel. Se me perdió tu piel en los años. Tenía besos tuyos en cada centímetro de la corteza de mi cuerpo. Ahora me quedan sólo unos pocos en la punta de la nariz, en los labios cerrados o en la frente. Y mis talones (que se vuelven locos por ser mejillas) se marchitan sin que los riegues.
A veces llegaban flores, que navegaban por tus manos, antes de que amaneciera. Me inventabas poemas para erosionar mi cuello, mis brazos, mi vientre en el que vivías. La única distancia que existía entre nosotros era el paso de tu aliento por mi pelo. No tejías pretextos cuando mi sonrisa buscaba descansar a la sombra de tu cintura. Te echo de menos. Te quiero mucho aún. Te tomo de la mano —casi siempre recibes la mía— y comienzo a caminar a tu lado con mucho cuidado. Nuestro deseo ha envejecido tanto y tan rápido que me da miedo se colapse en el siguiente paso. No es un reclamo, no siento que nos falte cariño. Qué sé yo, es raro, contigo mi desolación se siente acompañada y mi desnudez completamente cubierta…