domingo, 5 de octubre de 2008

Como lo dicta Borges

Tengo los pies heladisimos y un monton de lecturas que hacer para mañana (me robe una ñ y estoy muy feliz), voy a abrazarme fuerte de tu recuerdo para dormir calientita. Me levantare muy temprano para trabajar, hoy te ves perfecto, mejor cierro los ojos y te disfruto un poco mas. El conocerte me aseguro un lugar en la historia, por eso soy feliz. Contigo siempre me siento segura, por eso te beso con estos labios partidos de frio. Supongo que eso pasa siempre entre las personas que se quieren de verdad, a pesar de la distancia, de las canciones que no cantaron juntos, del tiempo que siempre se fuga. Es cierto, no tenemos nada asegurado, no sé si volveremos a vernos en diciembre, pero si solo me quedara tu silueta bailando por todo el departamento y tu sonrisa en la bolsa de mi abrigo -presa entre mis dedos, como un pedazo de carbon ardiendo para que no muera congelada porque aqui el invierno dura cinco meses-, con eso, solo con eso, tendria la fuerza suficiente para enfrentarme a esta nueva vida, sin tangos, sin Cortazar, sin ti, sin cerveza, sin guitarra, sin vino tinto. Esta nueva vida con los pasos de los Beatles por King Street, con luz por todo Downtown, con pisos de cristal a alturas impresionantes, con tus inalcanzables brazos lejos, en algun lugar del mundo, siempre abiertos por si necesito sentirme a salvo, como ayer, como siempre, para siempre...con tu voz a kilometros de distancia para no tener miedo, como lo dicta Borges en su epitafio, como me has enseñado tu. Con esta nueva vida, cada dia menos nueva y (espero) cada vez mas vida.

martes, 23 de septiembre de 2008

Breve mensaje para angustia

Cuando te instalaste? Tomaste el avion, pasaste migracion asi nomas y te metiste a mi departamento sin que me diera cuenta? No, no venias incluida, traia esperanzas, mucha tristeza (y mira que se ha portado bien, es muy educada y no vive conmigo, solo pasa de visita), incertidumbre, ganas de trabajar... pero no, No, NO, NOO, angustia, tu no estabas invitada. Eres lo que menos necesito, ademas de impertinente (no me dejaste dormir anoche), me hiciste llorar toda la tarde y como te encanta vivir en mi estomago me quitas el hambre y me la cambias por dolor. Mira que llevo casi un mes viviendo en el huracan -que no termina de llevarme a la tierra de Oz- y nunca me habia dicho, por la manana: "Asi que estoy en Toronto, no estoy sonando? caray que mal me siento!" Mejor te vas, ra-pi-di-to, debo estar aqui mucho tiempo, el doctorado es largo y no te necesito. Menos cuando empiece el invierno. Disculpa que sea tan grosera pero solo asi entiendes.
No te dejo ni saludos ni abrazos, ahora estoy maldiciendo porque con estos teclados canadienses no se puede extranar, ni anorar, ni sonar, ni ser nino, ni ser bala de canon, ni empanar los vidrios de pasion, ni ponerle canas a las pinatas...que lata.
ps. No te acabes el yogurht de la cocina, que eso voy a cenar.
ps. 2. Si puedes llevate a tristeza de paseo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sonrei, varias veces

El frio ya empieza a sentirse y esto se pondra peor aun (o mejor, todo es cuestion de perspectivas...caray, hoy ando positiva). Aunque yo ando con un suetercillo de cuello de tortuga, las chicas de la universidad se empenan en aprovechar los ultimos rayos que el sol pueda darles y andan como si nada metidas en unos diminutos shorts en los que yo no podria andar por razones esteticas, pero sobre todo, de sobrevivencia, francamente con el viento que sopla aqui no podria ni doblar las rodillas. Pero estos canadienses si que saben como sacarle partido a la calidez. Hoy sonrei y me sorprendi varias veces, fue un buen dia, quiza el mejor que he tenido desde que llegue. Fui a una tienda de computacion a preguntar por un reembolso y los tres dependientes me dijeron que no me preocupara, que ellos lo resolverian...y en cinco minutos tenian una respuesta...increible, me trataron mejor que la chica que me atendio en la linea de Banamex y eso que somos compatriotas. Contenta porque el dinero volvera a la tarjeta en dos dias habiles, fui a la tienda a comprar algunas cosas, alli encontre a una profesora del posgrado (con la que no tomo clases y a la que solo habia visto una vez) que tuvo la gentileza de preguntarme como iban mis cursos, mi adaptacion al pais y si ya habia conocido a alguien. Se alegro cuando le dije que todo iba mejorando. Media hora despues me encontre con una chica griegocanadiense a la que conoci en Mexico, pero solo la vi tres veces. Me regalo sueteres, un edredon, chocolate y un termo (insisto, aqui la calidez es un asunto nacional) me dio mil consejos y me invito a conocer la ciudad con ella el fin de semana. Ademas me dijo que conforme pasaran los dias me sentiria mejor...me vine con esa certeza a casa y justo cuando iba a empezar a leer para la clase del viernes, vino mi encantadora vecina coreana a dejarme dos rebanadas del pay de manzana y zarzamora que preparo hoy. Ademas recibi dos abrazos...que bien...tengo la sensacion de que fue un gran dia, de hecho tengo la certeza de que lo fue, que fortuna.

sábado, 13 de septiembre de 2008

De repente no puedo respirar...

Por fin estoy en linea. He descubierto que no tener acceso a internet me resulta tan desesperante como el insomnio. Han sido meses relampago...yo mas bien diria que han sido meses huracan. Me han pasado muchas cosas, la mas importante, por supuesto, cambiarme de casa, de ciudad, de idioma, de soledad. Es sabado por la tarde y estoy en la biblioteca, preguntandome (como todos los dias) si esta fue en realidad una buena decision. Extraño todo, pero sobre todo los acentos en el teclado y la ñ de España (ahora puedo escribirla porque la copie de algun lado, pero este teclado no la posee). No he conocido Toronto, solo he estado en la universidad y en mi departamento (que esta dentro de la universidad). Me acuerdo de todos y de todo con una desesperacion que duele, de repente me falta el aire. Todos dicen que ya ira pasando, que estare bien. Estoy segura de eso, lo que no se es cuando, cuando me sentire como en casa? cuando entendere el idioma completamente? Cuando volvere a respirar igual?

viernes, 25 de julio de 2008

Una desesperante historia inconclusa

La red fue más eficiente que un detective privado. Unos cuantos movimientos de los dedos y su nombre completo apareció en la pantalla. Mejor aún, se desplegó la compañía para la que trabajaba y su número telefónico. Seis años sin verlo…que estupidez…que estupidez estar lejos, sola, hundida de monotonía, de hartazgo, de nostalgia. La última vez ni siquiera lo vio, sólo escuchó su sonrisa a través de su voz y su voz a través del celular: vente conmigo, le dijo, vámonos de viaje, anda no hagas la maleta, yo te compro ropa, si no nos vamos juntos ahora no lo haremos nunca. Y no lo hicieron nunca. La suya era una desesperante historia inconclusa porque ambos fueron increíblemente torpes y la valentía les llegó en diferentes tiempos y en diferentes intensidades.
Hace trece años, cuando ambos tenían 19, se conocieron en la escuela superior y no se separaban ni un instante. En cuatro célebres ocasiones sus labios estuvieron muy cerca, pero simplemente se acariciaron la punta de la nariz. Cada uno por su lado se arrepintió de no haber abrazado más fuerte, quizá sus vidas serían diferentes si la enorme atracción que sentían en lugar de aterrarlos hubiera logrado aferrarlos, pero no sabían qué hacer con tanto. Y no hicieron nada. Cuando tres semestres después ella se cambió de carrera a una universidad mucho más lejana, ninguno de los dos se despidió. Par de cobardes.
Ahora ella tenía los datos que necesitaba para poder escucharlo de nuevo, pero no sabía qué decirle. Mientras tomaba y dejaba el auricular del teléfono no paraba de pensar en el día en que él se convirtió en valiente, la encontró después de casi cinco años, la invitó a salir, la besó con el tiempo detenido en la boca, le tocó las piernas con curiosidad y desesperación eternas, y le dijo que, aunque no había dejado de pensar en ella ni un instante, por una de esas torpezas de las que sólo ellos eran capaces se había casado. Pensé que nunca te encontraría, sigue besándome por favor, suplicó el valiente adúltero, pero a ella le pesaban los labios de prejuicios morales y, por una de esas torpezas de las que sólo ellos eran capaces, no pudo seguir con el breve encuentro ni aceptó la invitación al viaje que él le hizo unos días después. La duda de lo que hubiera pasado si se hubieran fugado juntos esa tarde la había perseguido seis años más.
Es ahora o nunca, pensó ella, tengo casi 33 y le di la vuelta a mi alma gemela, varias veces. Por lo menos ahora merecemos que ponga mi espalda una vez más, puede acariciarla o apuñalarla, debemos cerrar esto. Al cuarto tono del teléfono una voz al otro lado de la línea la comunicó con él: Hola, licenciado, que raro decirte licenciado, soy yo ¿me recuerdas? No puedo creerlo, que sorpresa, contestó él, claro que te recuerdo, nunca he dejado de hacerlo…

domingo, 29 de junio de 2008

Reflexiones inconexas

Se pasó la noche, hace frío. La punzada en la sien izquierda me recuerda la aplazada visita al doctor. Me duelen los hombros como si aún estuviera cargando tu sonrisa. Debo vender el coche. Creo que me he vuelto prescindible. ¿Dónde dejé las palabras? Mañana es domingo, no quiero que se acabe. Ya perdí la cuenta de las madrugadas, paso las tardes durmiendo. Esa lágrima salió sin razón alguna. Creo que la canción ya sonó diez veces. Quiero que me abracen. Una cerveza o dos o tres, eso me hubiera gustado. Cortarme el pelo pronto. Llevar el cheque al banco. Qué mensaje tan extraño, no supe quien era. Quiero vestirme como en los sesenta y bailar canciones de los Beatles toda la noche. Ah bien, la computadora le pone la mayúscula a Beatles en automático, debe ser fan. Tengo la sensación de que me mintieron. El hombro izquierdo es el que me duele más ¿será la postura? No sé estar en silencio. Este fue un buen recuerdo. Total que no encuentro como poner la lista de blogs que leo, no creo que sea tan difícil pero no puedo. Me encantaría hacer una fiesta y escuchar sus voces y sus sonrisas y conocer sus ojos ¿a qué velocidad parpadean? Hablando de ojos, creo que necesito otra graduación en los lentes y hablando de graduaciones la mía no estará lista si no termino la tesis. Me duele el estómago, es pura angustia. No confirmamos la cita, supongo que la demoraremos como siempre. Ni una palabra, el capítulo no avanzó ni una palabra. Son las 4.49 a.m., tengo hambre y me comí la botana en la tarde, sólo tengo cereal y leche. Este fue un mal recuerdo. Guardo rencor, colecciono rencor, pudro rencor, reciclo rencor, lo pondré en una caja y cuando pase el camión de la basura la aviento muy al fondo. Me hace falta una blusa azul y una sonrisa más constante. Es preciso que salga de casa para visitar a mis amigos, quiero hablarles, me hacen feliz ¿ya no te quiero? Olvidé las reglas de puntuación, tengo dudas gramaticales. Seguro ella me hablará mañana. Descansaré unas tres horas y luego a trabajar. He pensado mucho en mis tíos. La comida estaba rica. No, no voy a pagar la luz esta semana ni la próxima, me haré tiempo después. Hay mucho polvo. Me cuesta trabajo pensar en este momento. A mi me parece evidente porqué está solo. Fueron mis últimos pagos. Ver el mar, necesito ver el mar. Debo hacerlo. Debo hacerlo. Debo hacerlo. No creo que me de tiempo. Voy por agua, tengo sed. Tengo sueño. Estoy cansada de ti, me desgastas las yemas de los dedos. Ya no te quiero.

miércoles, 11 de junio de 2008

¿Qué nos pasó?

Se me perdieron los años en tu piel. Se me perdió tu piel en los años. Tenía besos tuyos en cada centímetro de la corteza de mi cuerpo. Ahora me quedan sólo unos pocos en la punta de la nariz, en los labios cerrados o en la frente. Y mis talones (que se vuelven locos por ser mejillas) se marchitan sin que los riegues.
A veces llegaban flores, que navegaban por tus manos, antes de que amaneciera. Me inventabas poemas para erosionar mi cuello, mis brazos, mi vientre en el que vivías. La única distancia que existía entre nosotros era el paso de tu aliento por mi pelo. No tejías pretextos cuando mi sonrisa buscaba descansar a la sombra de tu cintura. Te echo de menos. Te quiero mucho aún. Te tomo de la mano —casi siempre recibes la mía— y comienzo a caminar a tu lado con mucho cuidado. Nuestro deseo ha envejecido tanto y tan rápido que me da miedo se colapse en el siguiente paso. No es un reclamo, no siento que nos falte cariño. Qué sé yo, es raro, contigo mi desolación se siente acompañada y mi desnudez completamente cubierta…

lunes, 2 de junio de 2008

Miranda

No podía, pero por fin recuerdo la última vez que te vi. Eras completamente clara, salvo por las obscuras medias lunas que se han empeñado en poblar el amancer de tu mirada. Cada que te pienso te lloro. Te lloramos todos. No tengo valor para ir a verte, te suplico que me perdones, perdona a esta cobarde que no deja de preguntarse a quién o a qué hay que ir a reclamarle por todo lo que te ha pasado. Sé que debería ir, pero también sé que no te voy a encontrar entre sábanas blancas y tubos transparentes, tengo miedo. Y es que tú también eres blanca y transparente. Así son los ángeles. Dice tu mami que lloras cuando los que te visitan lloran. Si me paro a tu lado te voy a contagiar de tristeza y yo ya no quiero que te duela nada. Así que ya te están saliendo las alas ¿no? Pues vuela, pronto, alto, lejos, debe existir un lugar donde puedas reírte más de lo que lo hiciste aquí, donde puedas vernos, hablar, caminar, gritar fuerte todo lo que se te ocurra. No resistas, vuela Miranda. Regresa a las estrellas, allá a donde perteneces, este mundo nuestro te hizo daño. Eres un cometa de azúcar, cruza el cielo, sé libre preciosa. No te olvides de nosotros, pasa a sonreírnos de vez en cuando ¿quieres? Déjanos una caricia por allí, cuando puedas, porque te queremos mucho. Tienes los ojos más hermosos que he visto. Hubiera querido cargarte más seguido, pero me parecías muy frágil, no quería lastimarte. Te dejo un beso en la luna, por favor, déjame el tuyo de vuelta.

jueves, 8 de mayo de 2008

últimamente

Las cosas que me han pasado últimamente me recuerdan mucho a la montaña rusa. De repente estoy hasta arriba, viendo el paisaje, la gente, la tierra a mis pies, soy alta, lejana, inalcanzable y, en segundos, llego tan abajo y tan rápido que ni siquiera me da tiempo de gritar. Sólo trato de poner las plantas de mis pies sobre el piso firme, me tiemblan las piernas, tengo náuseas, tengo miedo y tengo ganas de volver a subir. Esperemos que la montaña no se convierta en una ruleta de la misma nacionalidad…

jueves, 17 de abril de 2008

No les dejé buenos recuerdos


Allí estábamos, bajo las gotas impertinentes de lluvia, tomando un café y una soda italiana de cereza. La miré sin parpadear varias veces. Estábamos hablando de nuestro desempeño en las relaciones y ella tenía estrategias extraordinarias. Salí perdiendo. No era una competencia, es cierto, pero me dio envidia su seguridad. Yo no puedo ser como tú, confesé. Varios minutos después pude decirlo con claridad: creo que puedo ser una estudiante sobresaliente, buena sobrina, una prima solidaria, una madrina que despertará envidias, una amiga leal —no logré una relación estable como hija o hermana, pero esa es otra historia— y, sin embargo, soy una pésima pareja. Es triste, pero es cierto. Por un momento lamenté los malos momentos que les hice pasar a mis hombres favoritos de ciertas etapas de mi vida. No les dejé buenos recuerdos. Es simple, lo hago mal, no sé como ser buena pareja. Todos tienen algo grave que reclamarme. Espero que nunca hagan una demanda común para la compensación de los daños. No me alcanzaría el dinero. Los quise, mal, pero los quise. Amé, de forma nebulosa, pero amé. No sirve de justificación, soy culpable, acepto los cargos. Debí irme a tiempo o no entrar. Siempre, en los momentos cruciales, la distancia la ponen ellos. De repente me vuelvo un cólico en el alma, urgente de desaparecer. A veces, hasta soy el objeto de malas venganzas, pero al fin y al cabo venganzas. Sí eres una amiga extraordinaria, dijo ella. Gracias, quizá debamos irnos ya. Mientras pedíamos la cuenta pensé que por el momento no ser pareja de nadie es mi labor humanitaria. Eres una gran amiga, repitió. Y trataré de seguirlo siendo, creo que eso me sale bien. La gente tiene habilidades, un desempeño sobresaliente en el amor, no es una de las mías. No es para provocar compasión, es pura selección natural. Fue una tarde muy provechosa, vete con cuidado. La observé subirse al transporte que la llevaría a su casa, perderse bajo las impertinentes gotas de lluvia, y me dio envidia su seguridad.


martes, 1 de abril de 2008

Treinta para los treinta

Comienza la cuenta regresiva: 30, 29, 28, 27, 26, 25…y se acaba mi propia década de los veintes. Hasta ahora advierto que la cuenta progresiva, la de los años, aunque pasó igual de rápido, me causó una incertidumbre mucho menor, esa arrogancia de la juventud más joven me hizo creer que todo estaba controlado y en orden.
No es que mi vida sea ahora un desastre, me gusta, incluso soy feliz muchas horas al día, pero hay cosas que no he podido poner en su lugar. Ahora que faltan sólo treinta días para mis treinta años me ha dado por pensar en lo que tengo, en lo que he ganado, lo que perdí, lo que no he podido tener, en fin, abrí las maletas del recuento y encontré: varios kilos de más, varias ilusiones de menos, mi corazón roto y reconstruido no recuerdo cuantas veces (pérdida total creo que dos), cientos de canciones nuevas, la voz rasposa de Sabina atravesando los años, los litros incontables de cerveza que me he bebido, esos tangos que tanto le gustan a mi papá, algunos libros entrañables, Rayuela varias veces, mucho tiempo perdido, un idioma nuevo, una ahijada, el miedo superado de aprender a manejar, la diversión del messenger, lágrimas, muchas, pero también muchos hombros para secarlas, amigas que son tan de mí como mi voz aguda, una maestría que no se acaba, una familia cobarde y una familia valiente, una hermana que no conozco y otras que dejé de conocer, un papá con el que nunca hablo y unos tíos que nunca han dejado de hablarme, bodas de amigos, buenos amigos, a las que no fui invitada, amantes de mis amantes a las que no superé, los labios delgados de un hombre aún más delgado, la venganza de un pianista, deseos de correr, de salir, de volar, ambiciones de ser única (lo suficiente para ser la única), una canción inspirada en mí, la cara borrosa de gente que se ha disuelto en una noche y me ha dicho justo lo que quería escuchar, una serenata, chistes malos que aún me hacen reír, su espalda que nunca fue mía, muchos errores, buenas películas, un par de traiciones, alguna genialidad, cascadas de colores que brotaban de sus manos, mis amigas otra vez, el mar desde la Habana, un título que dice “historiadora” escrito con desvelos, las ganas de esa propuesta que nunca llegó en serio, nombres que hoy recuerdo y que ya no me recuerdan, mis pies muertos de ansia por pisar alguna vez París, Buenos Aires, Nueva York y Toronto, los consejos que no seguí, los abrazos que tanto me sirvieron, las personas que se han ido, las que regresaron, las que se perdieron y, allí, al fondo, la incertidumbre, porqué no sé que clase de sonrisa tendrán los nuevos recuerdos…

miércoles, 19 de marzo de 2008

Derrumbe

Existió por usted, señor Torres
Cuando despierte,
ya se habrá caído otro pedazo de techo.
Todo se me va a desmoronar;
se me habrán caído los dientes,
el ángel de la puerta.
Me da miedo que se haya caído la calle,
que falte una casa o dos,
que la gente haya perdido la nariz.
Desmoronado todo,
como un terrón de azúcar.
Mi buzón frágil, lleno de cartas negras.
Las letras cayendo de las hojas,
hasta dejarlas desnudas.
Yo misma...
desbaratada toda como arena.

martes, 26 de febrero de 2008

Ni siquiera tengo la certeza

¿Se me ha vuelto invisible entre gusanos?
Carilda Oliver Labra

No he olvidado su nombre, así que voy por los andenes del metro, los microbuses, los centros comerciales o las librerías, a veces suspirándolo y, en otras, gritándolo fuerte para ver si una cara voltea y, por fin, reconocernos.
Lo conocí en el quinto trimestre de la universidad y estuve enamorada de él los años siguientes de la carrera más lo que llevo de vida. Disfrutaba tanto verlo con su cabello castaño, su chamarra negra y esos lentes pasados de moda que tenían como misión opacar el brillo de sus ojos, el cual era, por cierto, mucho menos intenso que el de las prodigiosas participaciones que tenía en clase. Su inteligencia era abrumadora, pero su timidez lo era aún más, el dueño de aquel cuerpo delgado era lo estrictamente amable pero lo suficientemente distante, algo parecido a las azafatas de los aviones con los pasajeros de segunda clase.
Decidí entrar en su vida hasta que lo conseguí. Aprovechando su cortesía lo invité a una de esas fiestas familiares en las que debes llevar pareja para que nadie se sienta con el derecho a preguntarte por tu miseria o tu soledad. Después lo invité a mi casa a tomarnos una botella de vino, a tomarnos de la mano, del cuello, de la cintura, de los labios, del corazón. Lo quise mucho más de lo que se lo hice saber, los celos, siempre los celos lograron que me tragara el amor y se me quedara tan adentro que ahora tengo que andar por las calles con su nombre deshaciéndose y reviviéndose entre mis labios, carajo, parezco la llorona.
Me separé de él por mis manías acumuladas y su retorcida habilidad de salir limpio de cualquier discusión. Siempre que chocábamos lo veía elevarse sobre mí sin mácula sin culpa sin remordimientos, era como si nunca pudiera alcanzarlo, pero por lo menos sabía donde estaba. Ahora ni siquiera tengo la certeza de su perfil.
Según insistentes rumores que me negué a creer durante mucho tiempo, Julio Cortázar murió con el aspecto de un joven, además de que nunca dejó de crecer, efebicia le llamaron al asunto. Todo ello me parecía igual de envidiable que ridículo, eso no puede ser, pensaba, la gente envejece y ya, pero un día, cuando prendí la televisión para que me hiciera compañía, el canoso e inexpresivo hombre que siempre tenía malas noticias que ofrecerme relató una nota aún más extraña que eso y, por supuesto, sus palabras me impactaron aún más que cualquier capítulo de Rayuela o de la vida de ese argentino.
“Un hombre ha sido afectado por una extraña enfermedad, los médicos la han llamado tentativamente an-dro-me-ta-mor-fo-sis. Según investigadores alemanes, estadounidenses y británicos es el segundo caso del que se tiene noticia. Aunque siempre se creyó que la historia de Harold Cronemberg —ocurrida en 1632— era un mito, quedó registrada en las páginas de los antiguos libros de medicina europeos. Al igual que Harold, el hombre de 31 años de edad, que prefiere guardar el anonimato, en lugar de envejecer ha ido cambiando la apariencia de su cuerpo. De acuerdo con los relatos, Cronemberg murió cuando no quedó ningún rasgo de su apariencia original, cuando se convirtió, literalmente, en otra persona”.
Lo particular de la noticia consiguió que clavara los ojos en las imágenes, quedé como hipnotizada cuando pasaron a la entrevista. Diluyeron el rostro del afectado a petición suya, parece que todo el asunto traía demasiadas complicaciones legales. Lo que hizo que perdiera el aliento fueron sus manos —una vez más—. Eran suyas, cómo no iba a reconocerlas si fue lo primero que le adoré y aún las reconstruyo todas las noches cuando simulo que me tocan. Escuché su voz con cuidado, eres tú, le grité a la pantalla, aullé su nombre, temblé, lloré, marqué su teléfono —nunca contestó ni el fijo ni el celular— manejé hasta su casa, casi tiré la puerta a golpes, pero nada. Cuando le pasó el susto su casera me comentó que habían ido por él, hacía poco, una ambulancia, dos patrullas, agentes y hasta unos reporteros. Ni nos dejaron enterarnos bien, si hicieron mucho escándalo pero no soltaron nada, algo malo ha de haber hecho señorita, ni lo busque, no vaya a ser que se meta en problemas, quien lo viera mire, tan buena gente que se veía…
Me metí de nuevo en el carro deseando que de verdad hubiera cometido un crimen, porque así seguro lo encontraba en el reclusorio, por lo menos podría pedir permiso para hablar con él y decirle que fue una lástima que nos hubiéramos gritado la última vez, que me explicara por qué nos fuimos odiando, por qué no nos pudimos disculpar, por qué no había podido olvidarlo. A cambio le pediría que me condenara, que me absolviera, que me volviera a besar.
Pero se lo tragó la tierra, no he encontrado rastro, pistas, nadie que me diga nada de él. Tampoco me ha buscado. Sólo habían pasado un par de meses desde que decidimos separarnos hasta que vi la noticia, pensaba que me buscaría como siempre, pero es claro que se cansó. Algo muy malo debió pasarle a mi recuerdo, quizá borró de su mente mi imagen o encontró en su nueva situación la mejor oportunidad para esfumarme de su vida o simplemente pudo olvidar o tiene cosas más graves de que ocuparse. Sólo él puede arrancarme las dudas. Dejé de manejar para poder andar entre los trenes del metro, los museos, las bibliotecas o las calles del centro murmurando o desgarrando su nombre a la menor provocación. Que algún hombre responda a mi llamado diciendo “soy yo ratón” es la única forma que tengo de localizarlo. Necesito verlo, necesito tocarlo antes de que cualquiera de los dos cambie por completo, antes de que yo pierda la razón o él su apariencia y sea demasiado tarde. Ayúdenme por favor, me hace tanta falta.

jueves, 24 de enero de 2008

Sin Clío

Pues nada, que no pasa nada, sólo las horas y las letras no salen. No encuentro las ideas. Ni siquiera puedo escribir una entrada para este blog que nadie visita. No carezco de palabras de aliento. Tampoco me falta la ilusión de ver esto terminado, es sólo que no puedo, así sin explicación, no puedo. Se me acabaron los pretextos. No hay ninguno que valga la pena, ninguno que merezca decirse en voz alta, ya no, no a estas alturas, ninguno me salva. Me estoy quedando sin York, sin clases en la universidad, sin fondos para las promesas. Aún así, la gente me sigue creyendo. Que asco me doy a veces.